sábado, 3 de abril de 2010

Que artista....

Me han enviado un correo con un mensaje ingenioso y, a la vez, inquietante. Se trata de una de esas perlas que te encuentras explorando en la red y que alguna vez te llegan como pequeños regalos anónimos. Ayudan a pensar y, a veces, a sonreír. Se pregunta uno por las fuentes de donde brota tanto ingenio y tanta sabiduría. Sin autoría garantizada, sin patentes rigurosas. Agustín Rodríguez Mas publicó, en el año 2002, una sugerente recopilación bajo el título “E-mail. Historias de humor que circulan por la red”. Quiero compartir y comentar con el lector o lectora esta pequeña anécdota procedente, como dice Bioy Casares, “de jardines ajenos”.

“Anoche, mi papá y yo estábamos sentados en el salón hablando de las muchas cosas de la vida; entre otras, estábamos hablando del tema de vivir y de morir.

En un momento de la conversación le dije, de la manera más convincente que pude:

- Papá, nunca me dejes vivir en estado vegetativo, dependiendo de máquinas y líquidos de una botella. Si me ves en ese estado, desenchufa los artefactos y tira las botellas que me mantienen vivo. Prefiero morir.

Entonces, mi papá se levantó con decisión exhibiendo una sonrisa irónica y me desenchufó el televisor, el DVD, el cable de internet, la PC, el mp3, la play y el teléfono. Seguidamente me quitó el móvil, la notebook y me tiró todas las cervezas a la basura.

- ¿A quién se le ocurre? Casi me muero, me dije entre desconcertado y furioso”.

Vivimos así, con una enorme cantidad de adicciones. No podemos prescindir de la televisión. Parece que nos falta algo esencial si no funciona, parece que nuestra vida no es plena si no podemos contar con su chorro incesante de imágenes, noticias y anuncios. La televisión no es aquello que vemos sino aquello con lo que vemos. Como si tuviéramos un sentido nuevo y necesitásemos ejercitarlo. He visto a personas que entran en casa y lo primero que hacen es encender la televisión. Luego van a colgar el abrigo, pasan por el baño y saludan a los miembros de la familia… La televisión ya está funcionando. Está asegurada la conexión.

No podemos entender la vida sin el teléfono mal llamado móvil (porque por sí mismo no se mueve) que nos mantiene conectados con el mundo entero. Necesitamos tener la línea abierta para estar en contacto con quien quiera llamarnos y para poder entrar en la vida de cualquier persona sin previo aviso.

¿Qué decir de internet? La red se ha convertido en un lugar de citas en la que nos encontramos de forma casi instantánea con personas del mundo entero. Allí acudimos para buscar información, recibir un mensaje, encontrar y formular una opinión, escuchar música, ver una película, conocer una noticia o ver el resultado de un partido… Algunos se han convertido en “ermitaños del siglo XXI”, desconectados de todo lo que les rodea y enganchados a desconocidos que se esconden detrás de una personalidad fingida. Solitarios en el monasterio que ha construido la red.

Cuando nos vamos de vacaciones (si es que las tenemos porque las adicciones se imponen a veces a la lógica y a la necesidad), procuramos tener conexión con todos esos cables de los que parece pender la vida, en los que parece residir la felicidad.

A veces nos preguntamos cómo podíamos vivir sin todos estos avances, sin esta tecnología que nos agita, nos divierte, nos informa, nos comunica y nos mantiene en ascuas. Me pregunto hasta qué punto somos propietarios de nuestra propia existencia. Me pregunto hasta qué punto no vivimos en ese “estado vegetativo” al que irónicamente hace referencia la anécdota que me ha servido de excusa para hacer estos comentarios.

No sé si la vida se va haciendo cada vez más libre o cada vez más dependiente. No sé si vamos siendo cada vez más lo que nosotros queremos o lo que quieren los agentes que, a través de los medios técnicos, gobiernan la realidad o un modo determinado de verla.

Todo ello me pone ante el reto que se le presenta a la educación. No podemos vivir de espaldas al progreso, al margen de la realidad, pero hemos de tener en cuenta que, otras personas pueden coger el mando de nuestra vida y llevarnos hacia donde no queremos ir. Es decir, que es preciso enseñar a utilizar los medios para que no sean ellos los que nos utilicen a nosotros. La iniciativa, la capacidad de discernimiento, la sabiduría de las elecciones tienen que estar en nuestras manos. Un cuchillo puede ser un instrumento de gran utilidad pero también puede servir para causar heridas.

Vegetar es vivir maquinalmente con vida meramente orgánica comparable a la de las plantas. Vivir vegetativamente nos limita a las funciones básicas inconscientes. Una vida llena de adicciones nos priva del ejercicio de la libertad y merma el desarrollo de la responsabilidad.

En la anécdota que ha inspirado estas líneas se habla también de las botellas que mantienen el estado vegetativo. No puedo emitir su importancia. ¿Cómo no hacer referencia al abuso del alcohol que nos atrofia y enajena? Me preocupa la concentración de los jóvenes en torno a las bebidas que atrofian la mente y debilitan la voluntad. Es hermoso reunirse para hablar, para conocerse, para compartir, para divertirse, para hacer proyectos. Es penoso hacerlo en el caldo del cultivo del alcohol. Algunos (y algunas) tienen que beber para desinhibirse, para lanzarse a la aventura, al sexo, a las drogas y a la conducción temeraria.

No estoy contra los medios. Estoy contra la utilización torpe y esclavizante de ellos. No estoy contra los medios, digo, ya que están llenos de inmensos aprendizajes y de comunicaciones hermosas. Estoy contra una forma de utilizarlos que empobrece las relaciones, genera servidumbre y destruye la libertad.



Miguel Angel Santos Guerra

1 comentario:

klarinete dijo...

Sí, todo un artista, de apellidos contradictorios, como la vida misma. Aquí te dejo un video suyo, para cuando tengas tiempo, que da gusto oirle.

http://www.youtube.com/watch?v=ZV9WPjyI68U


Muchas ventajas las de este fin de semana. Gracias.