jueves, 22 de abril de 2010

Día de la Tierra

Hoy dia de la tierra hable con mis plantas, están un poco tristes, sigo sin saber cuidarlas tan bien como yo quisiera, trampajaros me dije a mi mismo, caíste en tu propia trampa.

Hoy día de la tierra hable con mi perra, es su día, se llama Gaia, y me di cuenta que no la trato tan bien como se merece.

Hoy día de la tierra, hable con migo mismo, y no encontré la manera de enseñarme ha vivir entre los otros los que no pertenecen a mi comunidad, ni a la de mis plantas ni a la de mi perra.

Hoy es un día para pensar y resoplar, el día de la tierra no afectara demasiado a la vida de casi nadie, todo el mundo ignora a esa gran masa enorme de vida a la pertenecemos.

Quizás se transforme en costumbre, hoy pensé en las palabras del indio Seattle, y creo que no logro beber del mismo aliento que él me dejo, no consigo pese a que mi sed es grande, pero todo a mi alrededor huele a nuevo. Él entendía que su comunidad era la vida, y lo dijo con sabias palabras que permanecen como las estrellas.

Estoy tremendamente triste, intento valerme de los cuatro acuerdos toltecas, para de esta manera manejarme de aquí para allá en busca de fuerzas nuevas, de sabias esperanzas.

1- Se impecable con tus palabras.
2- No te tomes nada personalmente.
3 - No hagas suposiciones.
4- Haz siempre lo máximo que puedas.

Me quedo atrapado en el último acuerdo, aprendiendo a ser fuerte como no me enseñaron.

Un beso a todos los que me leéis de vez en cuando.

miércoles, 14 de abril de 2010

Alguien espreso lo que ronda mi cabeza...

Porque al fin y al cabo, soy alguien, una más.
Como tú, como él, como ella.

Soy algo,
como ese árbol, esa nube, esa roca.

Soy parte del mar, de la montaña, del desierto, del cielo, del aire, de las estrellas...
Como tú, como él, como ella.

Soy alegría, pero también tristeza.
Soy vulnerable, pero no frágil.
Soy eterna, pero mortal.
Soy evolución, pero también error.
Soy como tú, como él, como ella.

Soy tus enseñanzas, tus consejos, tus palabras...
y las de él, y las de ella.

Soy tus besos, tus abrazos, tus sonrisas, tus enfados...
y las de él, y las de ella.

Soy amor, soy vida,
como tú, como él, como ella.


Y es una ventaja, porque estamos;
estoy unida inevitablemente a ti, a él y a ella.

Una ventaja, porque crecemos;
crezco sintiéndome tú, él y ella.

Una ventaja, porque acabamos;
acabo siendo espejo, de ti, de él y de ella.

Una ventaja, porque vivimos;
vivo amándote a ti, a él y a ella.

Fdo: Klarinete
http://www.fotolog.com/klarinete

sábado, 3 de abril de 2010

Que artista....

Me han enviado un correo con un mensaje ingenioso y, a la vez, inquietante. Se trata de una de esas perlas que te encuentras explorando en la red y que alguna vez te llegan como pequeños regalos anónimos. Ayudan a pensar y, a veces, a sonreír. Se pregunta uno por las fuentes de donde brota tanto ingenio y tanta sabiduría. Sin autoría garantizada, sin patentes rigurosas. Agustín Rodríguez Mas publicó, en el año 2002, una sugerente recopilación bajo el título “E-mail. Historias de humor que circulan por la red”. Quiero compartir y comentar con el lector o lectora esta pequeña anécdota procedente, como dice Bioy Casares, “de jardines ajenos”.

“Anoche, mi papá y yo estábamos sentados en el salón hablando de las muchas cosas de la vida; entre otras, estábamos hablando del tema de vivir y de morir.

En un momento de la conversación le dije, de la manera más convincente que pude:

- Papá, nunca me dejes vivir en estado vegetativo, dependiendo de máquinas y líquidos de una botella. Si me ves en ese estado, desenchufa los artefactos y tira las botellas que me mantienen vivo. Prefiero morir.

Entonces, mi papá se levantó con decisión exhibiendo una sonrisa irónica y me desenchufó el televisor, el DVD, el cable de internet, la PC, el mp3, la play y el teléfono. Seguidamente me quitó el móvil, la notebook y me tiró todas las cervezas a la basura.

- ¿A quién se le ocurre? Casi me muero, me dije entre desconcertado y furioso”.

Vivimos así, con una enorme cantidad de adicciones. No podemos prescindir de la televisión. Parece que nos falta algo esencial si no funciona, parece que nuestra vida no es plena si no podemos contar con su chorro incesante de imágenes, noticias y anuncios. La televisión no es aquello que vemos sino aquello con lo que vemos. Como si tuviéramos un sentido nuevo y necesitásemos ejercitarlo. He visto a personas que entran en casa y lo primero que hacen es encender la televisión. Luego van a colgar el abrigo, pasan por el baño y saludan a los miembros de la familia… La televisión ya está funcionando. Está asegurada la conexión.

No podemos entender la vida sin el teléfono mal llamado móvil (porque por sí mismo no se mueve) que nos mantiene conectados con el mundo entero. Necesitamos tener la línea abierta para estar en contacto con quien quiera llamarnos y para poder entrar en la vida de cualquier persona sin previo aviso.

¿Qué decir de internet? La red se ha convertido en un lugar de citas en la que nos encontramos de forma casi instantánea con personas del mundo entero. Allí acudimos para buscar información, recibir un mensaje, encontrar y formular una opinión, escuchar música, ver una película, conocer una noticia o ver el resultado de un partido… Algunos se han convertido en “ermitaños del siglo XXI”, desconectados de todo lo que les rodea y enganchados a desconocidos que se esconden detrás de una personalidad fingida. Solitarios en el monasterio que ha construido la red.

Cuando nos vamos de vacaciones (si es que las tenemos porque las adicciones se imponen a veces a la lógica y a la necesidad), procuramos tener conexión con todos esos cables de los que parece pender la vida, en los que parece residir la felicidad.

A veces nos preguntamos cómo podíamos vivir sin todos estos avances, sin esta tecnología que nos agita, nos divierte, nos informa, nos comunica y nos mantiene en ascuas. Me pregunto hasta qué punto somos propietarios de nuestra propia existencia. Me pregunto hasta qué punto no vivimos en ese “estado vegetativo” al que irónicamente hace referencia la anécdota que me ha servido de excusa para hacer estos comentarios.

No sé si la vida se va haciendo cada vez más libre o cada vez más dependiente. No sé si vamos siendo cada vez más lo que nosotros queremos o lo que quieren los agentes que, a través de los medios técnicos, gobiernan la realidad o un modo determinado de verla.

Todo ello me pone ante el reto que se le presenta a la educación. No podemos vivir de espaldas al progreso, al margen de la realidad, pero hemos de tener en cuenta que, otras personas pueden coger el mando de nuestra vida y llevarnos hacia donde no queremos ir. Es decir, que es preciso enseñar a utilizar los medios para que no sean ellos los que nos utilicen a nosotros. La iniciativa, la capacidad de discernimiento, la sabiduría de las elecciones tienen que estar en nuestras manos. Un cuchillo puede ser un instrumento de gran utilidad pero también puede servir para causar heridas.

Vegetar es vivir maquinalmente con vida meramente orgánica comparable a la de las plantas. Vivir vegetativamente nos limita a las funciones básicas inconscientes. Una vida llena de adicciones nos priva del ejercicio de la libertad y merma el desarrollo de la responsabilidad.

En la anécdota que ha inspirado estas líneas se habla también de las botellas que mantienen el estado vegetativo. No puedo emitir su importancia. ¿Cómo no hacer referencia al abuso del alcohol que nos atrofia y enajena? Me preocupa la concentración de los jóvenes en torno a las bebidas que atrofian la mente y debilitan la voluntad. Es hermoso reunirse para hablar, para conocerse, para compartir, para divertirse, para hacer proyectos. Es penoso hacerlo en el caldo del cultivo del alcohol. Algunos (y algunas) tienen que beber para desinhibirse, para lanzarse a la aventura, al sexo, a las drogas y a la conducción temeraria.

No estoy contra los medios. Estoy contra la utilización torpe y esclavizante de ellos. No estoy contra los medios, digo, ya que están llenos de inmensos aprendizajes y de comunicaciones hermosas. Estoy contra una forma de utilizarlos que empobrece las relaciones, genera servidumbre y destruye la libertad.



Miguel Angel Santos Guerra