miércoles, 9 de abril de 2008

Poema 2

Relojes parados
cuatro de la tarde
llubia infinita
mar insondable.

Serio el señor de copa gris,
mira y recopila mañanas
sin cafe y tostadas,
pijamas calientes
y frios desnudos.

Peces personas
caminan por las calles
mientras el mar
les llueve a raudales.

Vidas agonicas,
desmerecidas almas,
reconocemos el olor de la vida amarga,
del tradicional aldeano
desliberado por propia voluntad.

Lluvia de abril
tras los cristales
mojados por siempre
nostalgicos y amables.

Gritamos a la lluvia,
en un silencio armonico,
la montaña nos odia mirandonos recorosa,
la lluvia aplaca el silencio humano,
se agotan las fuerzas,
misterios de antaño.

Montaña nublada,
noche diaria
pantanos vacios
mar en la montaña.

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